me arrimó con amor a su mejilla,
y me arrancó del alma con ternura
lágrimas y sonrisas.
Bajo los breves saltos de sus dedos
me sentí marioneta de armonía
en mis cuerdas vibrantes liberando
la música cautiva.
¿Cómo puede decirse que mi entraña
no es más que una oquedad neutra y vacía?
Mi carne de madera tiene un alma
sensible y dolorida.
No canto solo, pero sólo canto
para quien con su mano me acaricia,
y mis voces penetran el espíritu
como fresca llovizna.
Yo doy a quien me da cuanto desea,
los demás han de oir mi melodía,
mas sólo he de entregar mis vibraciones
a quien conmigo vibra.
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